domingo, 17 de junio de 2012

Un día comprendí que el silencio vale más que mil palabras!


Un día comprendí que el silencio vale más que mil palabras!
Un periodista le hizo una entrevista al Dalai Lama, al entrar en la habitación le preguntó:
¿Qué es lo que más le sorprende de la humanidad?
A lo que él respondió: Que se aburren de ser niños  y quieren crecer rápido, para después desear ser niños otra vez.
Que desperdician la salud para hacer dinero y luego pierden el dinero para recuperar la salud.
Que ansían el futuro y olvidan el presente y así no viven ni el presente ni el futuro.
Que viven como si nunca fueran a morir y mueren como si nunca hubieran vivido…
Quedé en silencio0 un rato  y le dije: Pero , ¿Cuáles son las lecciones de la vida que debemos aprender?
Y con una sonrisa respondió:
Que no pueden hacer que nadie los ame, sino dejarse amar, que lo más valisos en la vida no es lo que tenemos, sino a quien tenemos, que una persona rica no es quien tiene más, sino  es quien necesita menos y que el dinero lo puede comprar todo menos la felicidad…
Que el Físico atrae pero la personalidad enamora, que quien no valora lo que tiene,algún día se lamentará por haberlo perdido, y que quien hace mal añgún día recibirá su merecido.
Si quieres ser feliz, haz feliz a alguien.
Si quieres recibir, da un poco de ti, rodéate de buenas personas  y sé una de ellas.
Recuerda, a veces a quien menos esperas es quien te hará vivir buenas experiencias!
Nunca arruines tu presente por un pasado que no tiene futuro.
Una persona fuerte sabe cómo mantener en orden su vida.
Aún con lágrimas en los ojos , se las arregla para decir con una sonrisa “ Estoy bien!”

sábado, 9 de junio de 2012

La rosa y la mendiga

Una historia que nos enseña la generosidad del corazón humano

Durante su estadía en la ciudad de París, el poeta alemán Reinero María Rilke pasaba todos los días por un lugar donde se hallaba una mendiga. Ella estaba sentada, espaldas a un muro de una propiedad privada, en silencio y aparentemente sin interés en aquello que solía ocurrir a su alrededor.

Cuando alguien se acercaba y depositaba en su mano una moneda, rápidamente con un ademán furtivo guardaba ese tesoro en el bolsillo de su desgarbado abrigo. No daba nunca las gracias y nunca levantaba la vista para saber quién fue el donante. Así estaba, día tras día, echada de espaldas contra aquella pared.

Un día, Reinero María pasó con un amigo y se paró frente de la mendiga.
Sacó una rosa que había traído y la depositó en su mano. Aquí pasó lo que nunca había ocurrido: la mujer levantó su mirada, agarró la mano de su benefactor y, sin soltarla, la cubrió de besos. Enseguida se levanta, guarda la rosa entre sus manos y lentamente se aleja del lugar.

Al día siguiente no se encontraba la mujer en su lugar habitual y tampoco durante el día siguiente y el subsiguiente; y así durante toda una semana. Con asombro, el amigo le consulta a Reinero María acerca del resultado tan angustiante de su dádiva.

Rilke le dice:
"Se debe regalar a su corazón, no a su mano".

Tampoco se aguantó el amigo la otra pregunta acerca de cómo haya vivido la mendiga durante todos estos días, ya que nadie ha depositado ninguna moneda en sus manos.

Reinero María le dijo: "De la rosa".