martes, 9 de febrero de 2010

Ojos de Diamante Parte 2

Odio a los mujeriegos, siempre los he odiado. ¿Sabes por qué? Porque gozan de la oportunidad de concebir el amor y lo sacrifican a favor del sexo. Yo siempre anhelé el amor por encima de todo; el sexo nunca abarcó el arca vacía de mi felicidad, quizá porque los muros de la soledad se erigían demasiado vastos y elevados.

Furioso conmigo mismo te ataco precisa y directamente con la punta del duro calzado. Te aplasto la entrepierna sin piedad mientras tus ojos azules se estremecen por el dolor. Tu rostro se contrae. Me pareces un papel viejo, arrugado y amarillento, fácil de estrujar y de lanzar a la basura.

Para mí no eres más que eso: basura.

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